El arquetipo de la Administración moderna y de su propio derecho tuvieron su punto de partida en Francia, a partir de la ruptura con el mundo del Antiguo Régimen propiciada por la Revolución francesa y que permitió a Napoleón dar dos instituciones fundamentales: lo contencioso-administrativo y la autorización para juzgar empleados públicos. Su funcionamiento fue dibujando un panorama inédito a través del cual se acabaría configurando la personalidad jurídica de la Administración y, en consecuencia, la posibilidad de considerarla responsable de los daños que produjera sobre otros sujetos. Sin embargo, estas instituciones no tuvieron una existencia pacífica. A lo largo de toda la centuria se produjeron numerosos debates, dando lugar a una enorme cantidad de publicaciones (tratados, revistas especializadas o generalistas, entre otras).
Estas influyeron en autores españoles considerados los “primeros administrativistas”, quienes pusieron el foco en la introducción de lo contencioso-administrativo y la autorización para juzgar. Si bien, desde una perspectiva diferente a la tradicional sobre historia de la Administración, que incluya fuentes de archivo, es posible comprobar la existencia de apariencias discursivas frente a una realidad administrativa que impedía considerar a la Administración como responsable de los actos de sus funcionarios.
Conferencia de Gabriel Ángel García Benito, residente, Profesor Ayudante en el Área de Historia del Derecho y de las Instituciones, Universidad Autónoma de Madrid.